jueves, 26 de enero de 2012

La palabra justa y otras costumbres

Sucede que siempre quiero llenarte de palabras
y dejarte los oídos anchos como soles viejos
y dejarte los ojos encendidos como llamas.
Acercarte mi existencia desde lo profundo,
hablarte desde el más simple silencio:
llenar tu cuerpo de palabras cálidas,
colmar tu boca de pesados versos.
Pasar la noche entera buscando
una nueva definición para tí,
un único significado para tí:
y se repiten las palabras las palabras las palabras
cuando quiero soñar con tu sombra,
y se fragmentan mis pa la bras como nuestros corazones,
o de pronto se agigantan como una enorme columna,
como una gran palabra,
y nuestra distancia pareceladeunosvecinos
y parece          la          de          dos          cansados          caminantes,
hay palabras que son ascuas
y se meten palabras en palabras el palabras medio
y otras que caen
                        hasta acumularse
                                                  en el
                                                         suelo…

Pelusas como bigotes

Años de botines y pantalones cortos,
soldaditos cruzando las zanjas
y guardados en un cajón.
Era esperar la salida del colegio de señoritas,
golpearse en el hombro
hasta convertirse en el rey de la cuadra.
Cazar sapos con cierto arte e ingenuidad,
resolver las fracciones al borde del cordón.
Y una foto de mujer, la primera mujer
que posó desnuda ante nuestros ojos:
los más grandes juntando monedas para debutar.
Esperar la siesta del viejo amargado
para comenzar a gritar,
trepar las rejas punzantes en busca de la pelota.
Y los vecinos nuevos, y los amigos
que fueron con su niñez a otros barrios:
todos juntos en los años fugados
en la inocencia gastada en trabajo,
muerte y desamor.

Bandera Whipala

Y llegaron los duques, los generales,
los doctores y las matronas:
América infestada de ojos:
ojos negros que ya no parpadean,
ojos blancos que no pueden ver.

Lo desnudan, lo dejan en dos patas
como los santos que pueblan las iglesias:
no tiembla, no gime, no rezonga.

Tiene la piel del color de la tierra,
tiene el sexo firme y pesado,
tiene poco pelo en la cara y el torso,
sin duda un cerebro pequeño,
sin duda un corazón negro.

Dónde el primer americano asesinado:
nadie lo sabrá, menos la poesía.
Dónde el último: si se hace silencio
se lo puede escuchar rendirse.

Lucas, sus muertes

Unos de estos días aprenderé a morir:
como los soles, como las sombras,
o los amantes, o las revoluciones.
Cuántas veces he muerto
sin haberlo notado:
al terminar la sopa,
al partir un amigo,
al buscar lo perdido.
He de morir algún día,
tal vez, sin saber perder,
amar, volver o esperar.
Moriré como muere la carne enferma,
con la esperanza absurda
de vivir eternamente
dentro de aquellos vivos
que ignorarán mi ausencia.

Poeta Malo 2

La mujer que me gusta
tiene la sonrisa angosta,
un lunar en la mejilla que no beso,
dientes arreglados
por un ortodoncista novato,
los ojos como dos astros,
el pelo recogido y cola de caballo,
la piel tensa, los poros anchos,
las cejas separadas
por una serie de arrugas.
Sí, es fea.

Táctica y estrategia

Mi objetivo
no es que te entregues convencida
ni que te alejes con argumentos,
sino que vengas sin querer venir
sino que te vayas torciendo el cuello
para mirarme detrás.

Secuencia de sábado por la noche

Lo manda a laputaqueloparió,
le toca la minifalda,
le descubre la retaguardia,
se acerca bailando una canción nueva,
la mira, se emborracha,
entra al bar, consigue un taxi,
se cambia se baña se masturba,
piensa en ella, en sus finas y audaces caderas,
vuelve de la oficina, va a la oficina,
desayuna, se afeita, lava sus dientes amarillos,
se levanta y se despierta:
siente que hoy será el gran día.

Poeta Malo 1

No eres de hacer deporte,
no tienes zapatillas de atletismo,
te cansa el caminar
hasta el almacén,
ya hace años que no corres
en clase de gimnasia,
eres como esos autos familiares,
no le ganas una carrera a un anciano.
Te dicen rápida por otros motivos.

Cavidades llenas, cavidades huecas...

A Carlos Drummond de Andrade


Tu primer amor ya se fue de la escuela.
Tu segundo amor ya dejó de ir a la universidad.
Tu tercer amor ya no se encuentra en el bar.
Tu cuarto amor ya firmó el divorcio.
Tu corazón, tu solitario y triste corazón,
sigue en el mismo lugar
donde alguien te lo guardó al nacer.

Misterio

La mujer más hermosa del pueblo
atraviesa la plaza a paso disminuido:
nadie va al almacén mostrando tanto las piernas,
y qué firmes muslos arman la pelvis,
nadie sale a caminar con un escote tan amplio,
y qué grandes secretos a voces se apegan a la chomba.
La mujer más hermosa del pueblo
no lleva en sus manos el premio de primavera,
ni lleva las deseadas llaves de su casa:
la mujer más mirada de la plaza
arrastra consigo al tonto del pueblo.

El fotógrafo del pueblo sabe
que no es el más apuesto,
el entrenador del colegio sabe
que no es el más deportivo,
el comisario sabe
que no es el más bueno,
la directora del terciario sabe
que no es el más listo,
el cura sabe
que no es el más santo.

Y dicen que tampoco es rico.
Y dicen que si miras bien su bragueta
no te sorprenderás.
Y dicen que es amor,
pero nadie lo cree verdad.

Prohibido abrazar al cactus

Años soleados, tornasolados, aletargados. Sábanas recién compradas, muebles sin armar, lunas de miel y chocolate y desayunos en la cama. Promesas de amor inmortal, amor eterno, amor incondicional, amor lento, amor en todas sus formas y amor deformado. Carne joven y fresca, pecas que son detalles, besos amalgamados. Manos femeninas que acarician a quien la desnudó, que se aferran a los hombros de quien destrozó su espalda contra la canilla de la ducha. Un libro de nombres y significados al borde de la mesa: semillas, cigüeñas, repollos. El hombre que se siente tal cuando la mira desnuda, la abraza bien fuerte para que se le pegue al cuerpo, la transpira, la penetra, la sueña.

Años que se comienzan y se festejan, se recuerdan, se tatúan. Casualidades varias, relojes acelerados. Una foto cuelga en la pared: sólo se ven sonrisas y rodillas que se rozan.

Y una primera arruga por donde termina el ojo es otro año que se sucede. Y promesas borrachas de navidad anuncian unas vacaciones nuevas. Los nenes son como dos años bañados en oro que cuelgan del cuello. Cortes de pelo imperceptibles, panzas, estrías, pelos de la nariz que se asoman a ver cómo está el día. Sexo de aniversario, de hotel, de calentura, de viagra y de películas románticas. Y entonces se ronca, el robo del acolchado es penado de muerte. O el fútbol o la serie, o año nuevo o noche buena, o tu familia o la mía. El mismo chiste del gallego tuerto, los escarpines están donde los dientes de leche. Señora de, fiestas retro. Problemas laborales, milanesas de soja no, costumbre de orear la sábana.

Y entonces los años se parecen más a una colección de estampitas de capitales que nunca se visitarán y no tanto a una vida que prometió una existencia entretenida.

Adiós, fui tan tuyo

No soy tu novio, ni tu compañero, ni tu amigo,
tampoco tu bailarín, ni tu mesero, ni tu amante,
ni tu almacenero, ni tu conserje, ni tu patrón.
No soy tu enfermero, ni tu enfermo, ni tu marido.
Sé que no soy tu esperante, tu eterno esperante,
ni tu esclavo, ni tu proxeneta, ni tu empleador.
No soy tu cartero, ni tu vagabundo, ni tu asaltante,
ni tu príncipe, ni tu salvación, ni tu amor.

Pero pesa sobre mi boca un beso
que salió de tu boca
y ya somos dos perfectos extraños
que apenas se recuerdan.