Y llegaron los duques, los generales,
los doctores y las matronas:
América infestada de ojos:
ojos negros que ya no parpadean,
ojos blancos que no pueden ver.
Lo desnudan, lo dejan en dos patas
como los santos que pueblan las iglesias:
no tiembla, no gime, no rezonga.
Tiene la piel del color de la tierra,
tiene el sexo firme y pesado,
tiene poco pelo en la cara y el torso,
sin duda un cerebro pequeño,
sin duda un corazón negro.
Dónde el primer americano asesinado:
nadie lo sabrá, menos la poesía.
Dónde el último: si se hace silencio
se lo puede escuchar rendirse.
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